Cruz parroquial,
hermanos con luces, estandarte de la hermandad, acólitos, sacerdotes, guión
sacramental y… CRISTO VIVO bajo el palio del amor de sus hijos. Tres paradas,
tres momentos de adoración mientras se inciensa, tres momentos de silencio
absoluto. El cortejo avanza por las naves laterales de San Miguel mientras el
pueblo, todo el pueblo, canta y alaba al Santísimo Sacramento del
Altar.
Es Jueves Santo,
es San Miguel, es una hermandad preparada para realizar su Estación de
Penitencia, es gente, mucha gente, que admira los pasos esplendorosos,
luminosos, bellamente exornados, que ha participado en los Oficios de uno de
esos días que relucen más que el sol, que se arrodilla cuando pasa JESÚS
SACRAMENTADO, que asiste, asombrada, al rito de apertura del Sagrario más bello
de Jerez, que se emociona cuando contempla el “monumento” preparado para recibir
el Cuerpo de Cristo, para cobijarlo durante tres días.
Es Jueves Santo,
es día de reencuentros, de abrazos, de mantillas, de comunión obligada. En San
Miguel, además, y cuando ya el sacerdote ha cerrado el Sagrario y colocado la
llave que lo atesora en el cuello de nuestro querido D. Ángel, es día de
familias enteras que se arrodillan y rezan ante Dios, ante el Cristo Vivo y
Presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
Es Jueves Santo.
Es el día más grande.
LUIS CRUZ DE
SOLA
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